
Las palabras son bálsamo para el alma cuando hay tiempo y alma para poder leerlas. Me pasó en pandemia, encerrada en casa, cuando mi cerebro en estado de supervivencia no me permitía concentrarme en nada más que no fuera eso, buscar la manera de seguir respirando. Pasará ahora, cuando lo único urgente es quitar fango, barro, lodo, rescatar personas, repartir ayuda, sobrevivir.
Llevo un par de días pensando el tema de esta newsletter mía, pero es que se me ha colado una pena fría en el cuerpo que no me deja pensar. Me resulta frívolo hablar de mis problemas del primer mundo o idear una historia bonita que me traiga un puñado de likes. No puedo. Me mata la pena de saber de las vidas perdidas, de las vidas salvadas que sobreviven en condiciones inhumanas, de los voluntarios reventados que se recogen para volver a seguir ayudando, de las cifras de muertos y desparecidos, de los animales sin humano, de las listas de cosas necesarias, del engranaje tratando de volver a encajar.
Veo imágenes y siento que Lo imposible se ha hecho realidad en Valencia en lugar de en el sudeste asiático y me sobrecoge de la misma manera que cuando en una sala de cine, embarazada de un montón de meses, asistí a lo que quedó tras el paso de la ola. Me sobrecoge desde el absoluto privilegio de vivir en Móstoles, a cientos de kilómetros del desastre, con mis amigas valencianas y sus familiares a salvo, de saberme segura. Todo lo segura que puede estar una cuando vive.
Decía Pau Donés que vivir es urgente. Como sociedad, lo recordamos con la crisis sanitaria de la COVID, la erupción del volcán de La Palma o el incendio de Valencia; como familia, hace un año con una vivencia inesperada que no nos vimos venir. Supongo que esta catástrofe nos lo recordará también durante una temporada más o menos larga según nos haya ido en ella. Los de lejos, quizá lo volvamos a olvidar pronto; quienes lo vivieron, dudo que lo hagan.
No quiero hacer de esta carta un mensaje de taza. Llevo todo este año pensando en tatuarme “la vida” porque es ella quien dispone y nosotras quienes hacemos lo que podemos con lo que nos deja. Así que exprimámosla al máximo no vaya a ser que nos lo arrebate todo. Vivamos, aunque nos cueste.
Si has vivido el desastre, te mando un abrazo cálido. Amunt, València.
Nos damos cuenta de lo que de verdad importa ante los momentos difíciles.
Los likes no compensan el poder decir que tienes salud y seguridad. Todo es una perspectiva.
Fuerza a todos los Valencianos!
Bonita esta carta, expresas el malestar y la desolación del momento sin caer, como tú dices, en mensajes de tazas que tanto he leído estos días, ni en otras cosas peores que también se han visto estos días. Gracias 🙏🏼