Llevo toda mi vida existiendo con la barriga apretada. Fui consciente hace unos meses en una sesión con la psicóloga, mientras hablaba de que sentía que no me bajaba el aire al respirar. Pensé un poco y se lo solté: “Vivo metiendo la tripa para adentro” y entonces me di cuenta de que había un motivo para que pasara: ocupar menos.
Lo mismo te ha sonado raro al leerlo, pero ando barruntando una teoría que no sé si tiene visos de comprobarse, pero que sí que he visto a mi alrededor a lo largo de los años: las mujeres intentamos (o lo hacíamos tradicionalmente, creo que es algo que está cambiando) que no se nos vea demasiado. No de forma consciente, claro, sino porque es lo que se espera de nosotras. Veamos. En mi adolescencia, las supermodelos eran el paradigma del éxito y su muslo era casi del tamaño de mi antebrazo… Kate Moss era diminuta, por favor. Además, nos enseñaron a no llamar la atención y no molestar, siempre dispuestas a ayudar al otro aunque para ello tengamos que ponernos en el último asiento del último vagón del tren de nuestra propia vida. Una absoluta locura. Y todo esto, que, como decía, quiero creer que está cambiando para las nuevas generaciones (aunque no las tengo todas conmigo), está insertado en mi cerebro de una forma que ni siquiera había sido capaz de imaginar hasta que empecé a reconectar conmigo y a reflexionar sobre las cosas que me pasaban. ¿Por qué a veces hacía cosas como pidiendo permiso o quitándole importancia a mi necesidad? Cosas normales, no te vayas a creer, como, por ejemplo, pedir algo a otro departamento en el curro. Daba por hecho que estarían superocupados y ponía por delante su posible agobio incluso antes de que ellos lo manifestaran. Y esto, que en el trabajo suena tan absurdo, lo es casi más en la vida porque, al final, se resume en que no estoy ocupando mi espacio, el que me toca por el simple hecho de existir. Lo curioso es que varios meses atrás yo ya había sido consciente de lo que nos costaba. Fue en una conversación de gimnasio con otra mujer de mi edad a la que había conocido un día en la máquina de remo. Estábamos charlando sobre las actividades dirigidas, a las que ella asistía con asiduidad, y me preguntó si había estado alguna vez en la zona de peso libre. Supongo que lo sabes, pero por si no eres carne de gimnasio, te contaré que en la zona de peso libre están quienes mueven mucho peso, aunque ellos, los hombres, son muchos más. Mi respuesta fue que no, no había ido, pero que teníamos que ir, que las mujeres de nuestra edad teníamos que ocupar los espacios en los que no estábamos. Ese día, y también en otras ocasiones, lo tuve muy claro. Las mujeres tenemos que reclamar aquellos lugares de los que nos han apartado, no para quedárnoslos en exclusiva, sino para que todos podamos compartirlos. Y hay que empezar a hacerlo dando pequeños pasos, como ir a la zona de peso libre a entrenar aunque sea un lugar en el que, de primeras, no nos sentiremos cómodas.
Ese convencimiento con respecto al exterior no me había calado con respecto a mí misma, con ocupar mi propio cuerpo. Porque lo que ocurre cuando mantengo la respiración contenida para que mi cuerpo ocupe lo justo, resulta que lo que hago es no ocupar mi propio cuerpo: si lo hago, se notará que existo porque necesitaré más hueco. Menuda paradoja esta. Desde que esa conversación con mi psicóloga tuvo lugar, me estoy esforzando en respirar de forma consciente, en escucharme y descubrir lo que me apetece para poder ir a por ello. Ojo, que no está siendo fácil, hay muchos patrones aprendidos de los que cuesta deshacerse y cambiarlos por otros que sí funcionen, que sí valgan, que estén alineados con quien soy y me dejen ser un poco protagonista en mi vida. Porque una no puede pasar por su propia vida de puntillas, salvo que sea prima ballerina y se encuentre sobre un escenario. Y ni siquiera entonces te recomiendo hacerlo.
Nunca me había parado a verlo de esta forma,’pero he encontrado la “razón” de muchos bloqueos que tengo. Llevo un año intentando estar en la zona de peso libre y no lo he conseguido. Opté por aluna app y comprar unas mancuernas para hacer ese ejercicio en casa… 😣 pero creo que voy cogiendo autoestima e intentaré volver a la zona de peso libre… 🥹
Me ha encantado tu reflexión de hoy. Como mujer de tu generación (aunque algo mayor que tú) me identifico con lo que cuentas. Por cierto, desde hace un par de años hago peso libre en el gym rodeada de tíos, la mayoría cuadradísimos y ya ni les veo. Hay que ocupar esos espacios.